Aquella mañana no fue igual que las anteriores. En medio de la tarea cotidiana alguien muy especial se dirigió a unos cuantos hombres y dijo a cada uno: «Ven y sígueme».
No utilizó grandes discursos, ni grandes argumentaciones. Simplemente dijo dos verbos en imperativo con la suficiente fuerza y contenido como para cambiar la vida de aquellos que serían sus futuros discípulos.
También hoy, Jesús sigue realizando esta llamada a muchos jóvenes para que, como aquellos primeros compañeros de camino, sean pregoneros de la Buena Nueva y transmisores del gran mensaje de amor del Padre.
Jesús sigue llamando a muchos jóvenes porque necesita mensajeros de su Reino que lleven cada día su Palabra a un mundo tan necesitado de alguien que lo llene en profundidad; un mundo que necesita, aunque no se dé cuenta, de Dios. Jesús sigue llamando y… ¿quién sabe? ¿Tal vez quiere dirigirse a ti?…
Por eso ahora, a solas contigo mismo y con Dios, prepara tu corazón, tu oído…
Escucha y deja que él te hable. Sólo así podrás sentir si te está hablando con esas palabras que un día dirigió a sus discípulos: «Ven y sígueme».