descubre quiénes son los Laicos Cristo Crucificado ...
Laicos Cristo Crucificado
Desde la fundación de nuestra congregación muchos laicos han participado de la misma espiritualidad
Hoy en día laicos y grupos de pastoral siguen viviendo nuestro mismo carisma. No pretendemos crear un nuevo grupo, sino ofrecer una misma manera de entender la Iglesia y la relación con Dios a otras personas que se sienten comunidad, con diferentes vocaciones y maneras de vivir pero que comparten un mismo espíritu. Desde hace muchos años, las hermanas optamos por la misión compartida y posibilitar que ese don recibido lo vivan otros.
Ser laico es también una vocación, uno no nace laico, del mismo modo que no nace religioso/a. Dios llama a unos a la vida religiosa, y a otros a la vida laical: dos formas diferentes de vivir una misma fe; dos vocaciones complementarias que se necesitan unas a otras para ser plenas.
Además, el Espíritu Santo otorga una serie de dones, que, siendo regalados, no pueden quedarse ocultos entre nosotros, como si la fe se redujese al ámbito de lo privado, sino que deben ser puestos al servicio de todas las personas.
Los laicos de Cristo Crucificado
Somos un grupo de personas adultas, que sintiéndonos hijos de Dios y llenos del Espíritu Santo recibido en el bautismo, sentimos la necesidad de ser miembros vivos de la Iglesia.
Estamos convencido de que querer ser testimonio de Cristo en el mundo. Deseamos vivir nuestra fe desde la sencillez y la alegría, al estilo de las madres María y Amalia: amor a la Virgen, cercanía, sencillez, alegría, humildad, acogida, capacidad de perdonar, evangelizar en pueblos y aldeas, y la confianza en Dios.
Nuestro modo de seguimiento...
Desde el carisma de Cristo Crucificado. Al estilo del Evangelio, siendo Buena Noticia, cercanos a Jesús, orantes, desde las relaciones fraternas; dando testimonio con una vida sencilla y amando a todas las personas, anunciando el Evangelio allí donde nos movemos, vivimos y existimos. Los laicos Cristo Crucificado realizamos un apostolado al servicio del Reino, con nuestro testimonio personal, que abraza toda nuestra vida cotidiana; ya que todos estamos llamados a evangelizar, siguiendo a Jesucristo, pobre y crucificado, bajo la acción del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas.