ENCUENTRO ON LINE

Ante la realidad que hemos vivido durante este tiempo de alarma, surge la idea de nuestras hermanas de América la idea de realizar este encuentro, aprovechando las nuevas tecnologías al servicio de las relaciones.

Mientras nos conectamos todas y salvando alguna que otra dificultad que va apareciendo y con gran paciencia y ganas de aprender juntas, nos vamos saludando.

Comenzamos el encuentro con el vídeo “Ya es la hora”, donde se nos dice que recuperemos la esperanza y la pasión, de arremangarse y de jugarse la piel, y de amar y contagiar al pueblo pobre, para restaurar grietas y vidas, renovando las tinajas viejas de la tradición.

La vivencia de esta pandemia ha puesto a prueba nuestra vida personal en lo físico, lo emocional y lo espiritual. Hemos vivido una gran carga de desconcierto, a veces confusión, bloqueo, temor por nuestra salud, preocupación por nuestra vida y la de los demás; la impotencia de no poder hacer más por los demás en esa situación de aislamiento.

Ha sido un encuentro muy bonito encontrarse, vernos y compartir lo que ha sido este tiempo de pandemia Covid 19, como hemos vivido el confinamiento, hemos experimentado el miedo, la soledad, la ausencia de contacto con personas queridas, la muerte en la distancia. En medio de esta fragilidad y vulnerabilidad, expresamos un gran agradecimiento por tener el privilegio de vivir en comunidad, en una dinámica de cuidarse y cuidar unas de otras manifestando interés, preocupación, oración.

El tiempo de soledad nos ha llevado a la interioridad, a relativizar nuestra actividad, nuestro ritmo de vida; “Somos vulnerables. Todo es pasajero y solo lo esencial queda” esta reflexión sobre la caducidad de la vida nos invita a dar importancia a lo esencial y que permanece – el amor, el servicio, el valor de lo pequeño – la “comunión que integra la fragilidad”

La experiencia de la pandemia nos ha enseñado que los cambios rápidos son posibles y que podemos hacer las cosas de manera diferente. Esto nos impulsa a examinar nuevas formas para que haya una diferencia en nuestras vidas y en las de los demás: las personas con las que vivimos y a quienes servimos en nuestros respectivos campos apostólicos.

En nuestra relectura nos interrogamos con valentía y sinceridad: 

  • Después… ¿Seremos distintas? ¿Vamos a salir igual que entramos?
  • ¿Tocará a nuestra vida religiosa y comunitaria?
  • ¿Cómo aprovecharla para que no nos deje indiferentes?
  • ¿Cómo estoy viviendo mi fe? ¿Qué agua es la que sacia mi sed?
  • Preguntarnos ¿Qué quieres de nosotras Señor? ¿Es tiempo de nuevos comienzos o es tiempo de retirada?

En este presente también percibimos con fuerza algunas llamadas:

  • Vivir en radicalidad, cultivar el espacio interior, de silencio y encuentro con Dios, dando espacio a la lectura, a la oración. Vivir con coherencia y fe, aprendiendo a desprendernos y a relativizar las cosas
  • Cuidar el ritmo de vida favoreciendo la fraternidad, la comunión: “La importancia que tiene el dedicar tiempo a estar juntas, a cuidarnos, escucharnos y poder compartir”. “Que la cercanía que hemos vivido en este tiempo arraigue”
  • Llamada a un nuevo estilo de relaciones fraternas (más de tú a tú, sinceras y profundas), a reconocer nuestra fragilidad, a valorar lo pequeño y humilde.
  • Crecer en la escucha y en el discernimiento

  Y esbozamos algunas posibles respuestas:

  • “Abrir un dialogo y hacer más plena la vida en las comunidades… ”
  • Pensar “el futuro de nuestra misión aquí”. El Señor Habla a través de los acontecimientos.
  • “Vivir en disponibilidad. Desde la Fe con esperanza, amor y el convencimiento de que Dios dirige todo”