Amalia Martín de la Escalera nació en Santander el 22 de Mayo del 1895, fue la menor de 12 hermanos, de los cuales los cuatro varones fueron militares y las ocho mujeres abrazaron la vida Consagrada.
Fueron sus padres Rafael Martín Arrúe, hombre de gran sencillez, nobleza de corazón y grandes dotes artística y Carmen de Escalera Amblad, mujer de gran religiosidad y delicadeza que se distinguió por el amor a los pobres. De ambos heredó Amalia su sensibilidad y alma de artista que se dejó sentir a lo largo de toda su vida en sus pensamientos y poesías, reflejo de cuanto era y experimentaba en sí y de lo que ha dejado fiel constatación, su solidaridad con los humildes y si profunda vida interior que la hacía en ocasiones ir más allá de las realidades humanas y no pararse demasiado en ella
Amalia es educada en un colegio regido por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Era estudiosa, su carácter inquieto, alegre y comunicativo hacia que se viera rodeada siempre de buenas amigas. Al morir sus padres, pasa a vivir bajo la custodia de su hermano Rafael y su cuñada Tina Estrada, los cuales al no tener hijos volcaron todo el cariño en la benjamina de la familia.
Tras la guerra civil Española y sus penurias, Amalia se marcha a Salamanca con el fin de restablecer su quebrada salud; es esta ciudad estaban tres de sus hermanas religiosas en el convento de las Salesas.
Es su mente y en su corazón cohabitaban por entonces dos deseos o inquietudes: Entregar su vida en el Carmelo y la de extender el Misterio de Cristo Crucificado entre las gentes de campos y aldeas. Amalia se preguntaba con insistencia:
“¿Por qué mientras en la poblaciones se aglomeran centros de instrucción cultural y religiosa quedan abandonados las gentes sencillas de pueblos, campos y aldeas como estas no tuviesen un alma que cultivar?”.
En esta búsqueda por descubrir la voluntad de Dios sobre ella, se dio el encuentro con María Seiquer Gayá estando ambas hospedadas en la Residencia de las Hijas de María Inmaculada en Salamanca. Este encuentro marca un camino común a seguir para las dos, y empieza a vislumbrar que junto a María su sueño puede ser realidad. Juntas emprenden la tarea de fundar una Congregación Religiosa que se ocupe exclusivamente de estos núcleos rurales que bien alejados de los grandes centro urbanos.
En este empeño y siguiendo las actitudes del Crucificado al que siempre miró de que siempre aprendió y al que siempre imitó, se abrazó al querer de Dios dejando sus raíces norteñas e injertándose en la tierra mediterránea, tan diferente en clima, y formas de vivir.
En Murcia y unida con María Seiquer Gayá fundan la Congregación de Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado el 13 de Septiembre de 1939.
Las dos fundadoras se complementaron, Madre María con su carisma enriquecedor, son su potencial humano, su apertura a los signos nuevos y con su talante meridional, conjugaba perfectamente con el carácter dulce, delicado místico, sencillo y humilde a Madre Amalia.
Fue mujer alegre y bondadosa, austera y delicada, positiva y ocurrente, sabiendo llevar el dialogo siempre a la parte espiritual. Quería que todo trabajo apostólico estuviese siempre precedido y cimentado por la oración, sin la cual no concebía la posibilidad de irradiar a Cristo.
Muere en “Villa Pilar”” Murcia, el 1 de Marzo d 1984.
El corazón de Madre Amalia está vivo y presente en las hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado, un corazón que tantas veces ha sabido ocultarse haciendo vida su silencio interior.